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domingo, 17 de marzo de 2024

IDIOTAS

 

Desde hace años el Barómetro del CIS viene determinando que entre los problemas que preocupan a los españoles se encuentra en un puesto destacado la “clase política”. No es de extrañar ya que la toma de decisiones alejadas de las necesidades de la mayoría hace que la gente perciba la política como algo ajeno, la corrupción se ha instalado, al parecer, de forma permanente entre las prácticas de aquellas personas que llevan las riendas del país (en cualquiera de sus administraciones, ya sea el gobierno central, autonómico o municipal).

Las características que deben poseer los gobernantes han sido estudiadas desde hace bastante tiempo, comenzando por los filósofos clásicos como Sócrates, Platón o Aristóteles, que preocupados por la salud de la democracia ateniense, profundizaron en dichas características donde la “virtud” debía regir el sentido de un buen gobernante.


Muchos años después fue Nicolás Maquiavelo quien, más preocupado por cómo se debía gobernar para mantener el poder, llevó a cabo un tratado que resulta fundamental para entender las estrategias políticas que se llevan a cabo en la actualidad, “El Príncipe”. A Maquiavelo la democracia le traía sin cuidado ya que en la época que le tocó vivir el acceso al poder se conseguía por medios menos “ortodoxos”, como la conspiración, la manipulación, el soborno y la guerra.


Teniendo todo esto en cuenta deberíamos preguntarnos ¿Qué características debería tener un gobernante actualmente?

Después de pensarlo mucho y repasar a los filósofos clásicos antes mencionados, llego a esta conclusión: Un gobernante debería ser honesto, para no mentir a los ciudadanos y explicar sus decisiones a los ciudadanos que lo han elegido desde la verdad, debería contar con empatía, teniendo en cuenta cómo van a influir las decisiones que tome en el total de las personas, intentando causar el bien para la mayoría, debería tener conocimiento sobre los temas que va a legislar, oratoria para poder explicar sus decisiones con claridad, contar con principios que dirijan su gobierno, objetivos claros de hacia dónde quiere dirigir a los gobernados, vocación de servicio público, resolutivo para que sus acciones vayan a la resolución de problemas, valiente que no se deje amedrentar por las esferas de influencia que siempre rodean al poder, sensatez, honradez y un alto sentido de la justicia.

¿Tienen los políticos actuales esas características?

Si los políticos son una representación del pueblo que lo ha votado, ¿tenemos los ciudadanos esas características para exigirlas a nuestros gobernantes?

La democracia exige una responsabilidad de los ciudadanos y ciudadanas de participar en las decisiones de gobierno de manera libre. En la Grecia clásica un “idiota” era aquel que se desentendía de los asuntos comunes para dedicarse exclusivamente a sus asuntos individuales.

Si actuamos como idiotas, no podemos esperar que nos gobierne alguien mejor que nosotros.

“El bien común no es la suma de los bienes individuales, sino las condiciones que hacen posible el máximo desarrollo de los miembros de una comunidad” Eduardo Infante.

lunes, 11 de marzo de 2024

EL MUNDO EN LLAMAS

 

Ahora que parece que el mundo se encuentra en un incendio difícil de controlar, donde los conflictos se suceden sin conexión aparente, donde a las “habituales” guerras en el continente africano, se van sumando: la guerra de Ucrania, la masacre que Israel está llevando a cabo contra el pueblo palestino, el levantamiento del pueblo haitiano que ha hecho que su presidente se haya refugiado en Puerto Rico (curioso el lugar que ha escogido para refugiarse) por la amenaza inminente de guerra civil, Níger expulsando a empresas estadounidenses y francesas de su territorio, Yemen atacando barcos estadounidenses en el Mar Rojo…


La pregunta que deberíamos hacernos, siguiendo el símil del incendio ¿Puede apagarse un incendio incrementando el fuego en la zona afectada? La realidad es que sí, porque una vez que haya ardido toda la zona y no quede combustible para seguir alimentando las llamas, el fuego se apagará irremisiblemente. La consecuencia de dicha estrategia sería una zona totalmente calcinada que tardaría décadas en volver a ser la tierra fértil que era antes de que ardiera. En este caso la mayoría apostaríamos por utilizar otros medios para sofocar el fuego, la creación de cortafuegos, el uso de agua, etc., pues las relaciones internacionales necesitan urgentemente un equipo de bomberos capaces de sofocar un mundo en llamas donde los pirómanos se deleitan con el crepitar de las llamas como si de Nerones del siglo XXI se trataran.

La diplomacia debe comenzar a intervenir en los conflictos abiertos desde un nuevo enfoque, no para favorecer a las empresas que se dedicarán a reconstrucción de las zonas devastadas, ni de las zonas de influencias para este o aquel país, o los intereses que tendrán que pagar los perdedores por la ayuda recibida, sino en función de los intereses de las clases populares, que a fin de cuentas, son los que ponen los muertos en todos los conflictos. Todas las guerras tienen fines económicos, y como se venía apuntando desde finales del siglo XX, la escasez de recursos para mantener un sistema extractivo que se fundamenta en el crecimiento ilimitado, provocaría conflictos cada vez más generalizados, como estamos viendo actualmente.


Dicen que hay que diferenciar entre lo urgente y lo importante, pues tomar medidas que protejan a los más débiles, que ponga límites a la codicia de los que más tienen, que ponga en valor la Declaración de Derechos Humanos (que hoy es papel mojado), ha dejado de ser importante para convertirse en urgente. La escalada bélica se hace cada vez más insostenible, nadie parara esta locura si el pueblo no exige que se pare.

Hoy y siempre, NO A LA GUERRA.

“No sé con qué armas se combatirá la Tercera Guerra Mundial, pero la cuarta se peleará con palos y piedras” Albert Einstein.